Ya llegan los reyes

Para los pueblos orientales, es decir, para la Iglesia ortodoxa, la fecha del 6 de enero era, en realidad, la celebración del nacimiento y bautismo de Cristo. Sin embargo, durante el siglo IV, estas iglesias adoptaron la fecha occidental del 25 de diciembre para celebrar la llegada de Jesús al mundo.
La primera vez que se habla de la llegada de unos reyes extranjeros a adorar al hijo de Dios es en el Antiguo Testamento cuando Isaías predice que "los reyes serán tus padres adoptivos(...) se agacharán delante de ti hasta tocar el suelo y besarán el polvo de tus pies/Tú sabrás que Yo soy Yavé y los que esperan en mí no quedarán desilusionados".
No obstante, es el evangelio de San Mateo el que cuenta, escuetamente, por cierto, que unos reyes de Oriente llegan a Jerusalén guiados por una estrella para ver al recién nacido Rey de los judíos. Una vez que lo encuentran, se postran ante él para adorarlo y le ofrecen tres regalos: oro, mirra e incienso.
Sin embargo, Mateo no explica quiénes eran estos señores y la verdad es que, a ciencia cierta, tampoco se sabe. Lo que sí se sabe es que no eran propiamente reyes ni tampoco magos, y lo que se conoce de sus vidas es producto de una mezcla de leyenda y realidad.
La historia de estos tres personajes empezó a escribirse tres siglos después del nacimiento de Cristo, en un documento conocido como el Opus Imperfectum in Mattheumque no los describe físicamente, pero específica que sus edades estaban comprendidas entre los 20 y los 60 años, y que pertenecían a las únicas razas admitidas en aquella época: blanca, negra y amarilla.
Antes de partir, recogieron preciados elementos como lo eran el oro, que los pueblos orientales ofrecían sólo a aquellos a quienes se les consideraba de gran prestigio y cíase; y la mirra y el incienso, sustancias compuestas de un fuerte aroma que utilizaban en sus perfumes y que ofrecían a Dios en las ceremonias religiosas. 'Oro para el rey, mirra para el médico e incienso para el sacerdote", narra La Taverna de losTesoros al referirse a los regalos que cada uno de los sabios ofrecería al nuevo Rey.
Pero con celebración popular o sin ella, lo cierto es que cualquiera que sea la historia real de estos tres personajes,  su presencia en el nacimiento del niño Jesús es para los cristianos la prueba de que el hijo de Dios era esperado por todos y que el anuncio de su venida llegó a tierras lejanas, de la forma en que mejor pudiera ser interpretada. 

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