La frase se atribuye al coronel Alexander Seton quien la pronunció durante el naufragio del buque inglés destinado al transporte de tropas, H.M.S.Birkenhead, el 26 de febrero de 1852 frente a las costas de sudáfrica, al colisionar contra unas rocas. Como sólo había dos botes salvavidas, Seton, que se había hecho cargo de las tropas de a bordo, dio la orden de que sólo las mujeres y los niños lo utilizaran y abandonaran la nave. Con esta acción, se salvaron 26 personas y de los poco más de 600 ocupantes sólo sobrevivieron 160. La noticia conmocionó a la sociedad británica y las órdenes de Seton se convirtieron en un símbolo del valor y la caballerosidad del ejército británico, desde entonces, este procedimiento de salvamento se ha ido extendiendo a todo el mundo.
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