Corrían los primeros años del siglo XIX cuando en Madrid se veneraba a Nuestra Señora de la Aurora. Se sacaba una imagen de la misma en procesión desde la basílica de San Francisco el Grande y, debido a lo temprano de la hora, la procesión iba alumbrada por faroles.
También salía en procesión la Virgen del Henar y ambas imágenes se encontraron en una calle por la que no podían pasar a la vez. Los portadores y procesionarios de cada lado se enzarzaron en una discusión que debió avergonzarles, pero que en lugar de ello, les llevó a las manos. Y así acabó aquel rosario de la Aurora (de Nuestra Señora de la Aurora) a farolazos y golpes.
Hay otras voces que sitúan el hecho en Andalucía, pero eso en poco cambio el fondo del asunto. Y no es otro que unas hermandades se enfrentan en la calle para que no ceda una Virgen a otra su lugar.

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